A la luz de una lámpara
Esta noche a la luz de una lámpara,
Te recuerdo como una nostalgia
Cuyo dulce a penas percibo
Porque está diluido en torrentes
De amargura e infinita pena.
¿qué fue de nuestro amor, vernardo?
De los latidos fervientes de tu corazón no quedaron nostalgias,
ni siquiera las tenues cenizas
como atisbos de candente hoguera,
que una vez encendió nuestras almas,
imprecnándolas con el dulce aroma
y el sabor sublime del cariño.
Ya tus labios desiertos de amor
No destilan sabor a colmena
Y en tus ojos de color café
Sólo veo soledad de arena.
Vuelvo a ti
al contemplar la blanca nieve del volcán
con gran nostalgia y obstinado afán,
mi corazón eboca tu sonrisa,
cuanta falta me hacen tus caricias
Es laso indestructible el que nos une.
Amor, dame de tus labios, calma la sed que me consume,
Abrázame fuerte, ¡cuánto te quiero!,
Vuelvo a ti porque arrancarte de mi ser no puedo,
Borremos el sabor a yel de las palabras que dijimos,
Recuperemos los momentos que por herirnos perdimos.
¿porqué si nos amamos con tanta dulzura
Sin querer nos lastimamos?, si tu corazón y el mío se deshacen en ternura
Para fundirse luego en un beso,
¿porqué no me comprendes y te comprendo yo?, si sabes vida mía que te quiero.
Si un torrente de llanto brotare de mis ojos, te pido me comprendas,
Es que te extrañé tanto y no pude evitar que a mi mente vengan
aquellos momentos tristes que sin querer nos prodigamos,
abrázame fuerte, quiero escuchar de tus labios
la palabra perdón, no eres menos hombre si estás arrepentido.
Te quiero, ay si pudiera de la manera más sublime
acariciarte el alma para que sepas que me arrepiento de haberte ofendido.
con tu silencio en un suspiro dime,
te amo, yo te diré que eres vida mía,
mi luz, mi amanecer, mi nuevo día.
déjame abrazarte el alma para siempre
y besar tus labios dulcemente.
Oprimidos
Oprimidos, ¿quienes son los verdaderos oprimidos?
Aquí, en donde se abolió la esclavitud,
¿es acaso el proletario el oprimido?
¿o tal vez es muchas veces opresor?
Cuando a casa llega con las manos vacías
Pero llena la cabeza de alcohol
Y arremete contra su esposa cual fiera
Porque no le hizo sobrar en el perol
El guisado de fideos y frejoles
Que sin duda alcanzaría si no fuera
Que el dinero se disolvió en licor,
¿será este el oprimido?, ¿o tal vez el opresor?.
¿serán tal vez los verdaderos oprimidos?,
Aquellos que se visten en harapos
y descansan sentados en la acera
esperando la lluvia caritativa de monedas,
que una mano lastimada por escombros y cemento
pueda con misericordia darles,
para asegurarse así el sustento de ese día.
¿serán oprimidas las mendigas
Que tienen a un niño entre sus brazos?
llorando de calor o frío
Inspirando lástima a la joven de manos blancas
Que al convertirse en madre,
por amor a su niño, de tanto trabajar
¡sus tersas manos sin titubear desgarraría!.
Para que el frío no enferme al pequeño,
Para que no lo oprima el calor
Y que no llegue el hambre despiadado
A fatigarle el estómago, la fe, la razón.
¡no, ellos no son los verdaderos oprimidos!
¡porque nadie les cortó las manos para que no trabajen!,
¡nadie les roba el salario, ellos lo tiran!,
Compran el veneno que envilece sus mentes
Y que poco a poco resquebraja sus cuerpos,
¡ellos creen ser los oprimidos!
Pero muchas veces son los opresores,
De sus mujeres, de sus hijos,
¡Que a esta vida a sufrir han venido
!, ¡si, son sus hijos los verdaderos oprimidos!,
Sus hijos, esos niños que no tienen infancia
Por causa del trabajo adelantado,
del maltrato que deja cicatrices en el cuerpo y el alma,
¡muchos de ellos despojados de las letras,
¡sumidos en la ignorancia!
¡no vislumbran un futuro de esperanza!.
Centinelas dormidos
Cada instante te llevo en mi pensamiento,
por las noches ya no puedo ni dormir
y el recuerdo de tus manos en las mías
tañe en mi alma las más sentidas melodías.
Musitan mis latidos tu nombre,
mientras espero con ansias el día en que te volveré a ver
para sentirte tan cerca, entre canciones mío
y en medio del tejido armónico de nuestras voces
tejeré sin que tú sepas la más bella ilusión.
Serán tus ojos de mirada extinta,
dos centinelas dormidos
cómplices inocentes de mi sentir,
pues nada te dirán de mis miradas tiernas
y te miraré cuanto yo quiera con la libertad de un niño
que contempla embelesado el despertar del sol.
Un favor sin arrogancia
Usted que enseña a los ciegos a pesar de que ve, Hágame un favor sin arrogancia,
Deseo cruzar la calle, no le he pedido que me de lecciones de cómo andar con elegancia
Ni que me imponga el sendero por el cual debo caminar hasta llegar a mi destino,
Ya quedaron atrás mis días de niñez, esas épocas en donde aprendí a elegir mi camino,
Con el garbo requerido por la sociedad y la experiencia de haber dado tantos pasos
Entendiendo a mis ojos mucho más de lo que usted los podría comprender,
Pues para eso hace falta vivir con ellos siempre, con ellos crecer.
Si alguna vez tropiezo en la vereda no quiero oír rezongas de sus labios,
Usted no es soberana de mis pasos, ni el bastón que me guía
Se atreve a rezongarme con tan irreverente osadía.
Soy casi su colega aunque le pese, aunque se crea mejor que yo por poseer
Por gracia divina los ojos perfectos que le permiten ver,
Desearía que usted también tuviera las virtudes de mi fiel compañero,
Inmutable rastreador de caminos,
Que no ofende con un tono majadero como el suyo,
usted que arrogantemente se figura la imprescindible semidiosa
Y maestra eterna de los ciegos, aunque su labor es importante
Le sentaría bien dejar de ser altiva y vanidosa.
Los favores que se hacen de una manera arrogante
Dejan de ser acciones buenas nacaradas con cortesía
Y más parecen mandatos toscos para un batallón de infantería,
los maestros debemos hablar siempre con decoro,
dando ejemplo de urbanidad pues la buena educación es un tesoro.
Aunque le duela el orgullo y se le retuerza la sangre usted le debe a los ciegos
Ese puesto de maestra que le da de comer y es por ellos
Que tiene ganada la fama de ser si se quiere altruista y bondadosa.
Mas no olvide que fue un ciego el que inventó el bastón blanco
Y otro el que con ingenio encontró la forma de escribir y leer tocando,
Deje ya la arrogancia que usted no hace otra cosa
Más que repetir lo que ya fue inventado
Por el ingenio admirable de los que no se quedaron por el fracaso postrados.
La red de los celos
A nadie le tolero que ponga en torno a mi
Cadenas estrujantes de estúpidos celos
Que no hacen otra cosa que acorralarme el alma
Haciendo que se escape como arena entre los dedos.
No es recinto placentero el corazón que inhibe
Porque al volverse estrecho constriñe deshaciendo
A pocos la confianza Y cuando eso ocurre,
El amor se convierte en tedioso deber
Y el amado en extraño al que hay que esconder
Como oscuros secretos las cosas más simples,
Las ideas, los anhelos sanos que brotan del alma.
Se convierte en prisión lo que antes fue guarida
Y es puñal de disgusto la palabra acusadora
Que injuria mordazmente al corazón inocente,
En la red de los celos perece el romance
Y el amor lastimado entre los ásperos cordeles,
Va perdiendo dolido su brillo y vigor.
No he nacido para ser mujer sumisa
No he nacido para ser mujer sumisa
ni para ser valiente mártir del dolor
y si decido soportar el sufrimiento
es porque Dios lo decidió, ¡jamás un hombre!
Ay del que crea que es posible doblegarme,
esculpirme como arcilla el alma,
para deleite de sus gustos y caprichos,
pobre del hombre que intente transformarme
porque con eso quebrará mi corazón
y los pedazos cortantes que de el queden
desgarrarán haciendo añicos el amor.
Autora Esperanza Gómez-Cornejo Bazán
viernes, 11 de marzo de 2011
Esperanza Gómez-Cornejo Bazán poesía
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