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viernes, 11 de marzo de 2011

EL LAVERINTO DE LA CAMA REDONDA Esperanza Gómez-Cornejo Bazán

EL LAVERINTO DE LA CAMA REDONDA

Cuando leía la voz de mi abuelo era arrolladora, ni rápida ni lenta, con los matices exactos.
Aquella tarde me quedé en suspenso porque las bodas de Camacho se vieron interrumpidas por un trágico acontecimiento, el que amaba a la joven prometida de Camacho se atravesó el cuerpo con una espada y yacía ensangrentado en el suelo:
-Léeme lo que sigue, por favor; le dije al abuelo:
-Continuaremos mañana; dijo dejándome con mil conjeturas.
Resién cuando fui a Arequipa tuve una relación más estrecha con el abuelo, cuando vivía en Lima sólo lo vi dos veces.
Arequipa, no sólo es hermosa por su intensa luz sinó por el Misti y sus casonas de sillar blanco, cuando recién llegué sentí que en algunas de ellas habían vivido artistas, poetas de alma sensible y años más tarde cuando joven supe que los círculos de escritores funcionaban en algunas de esas casonas.
Mi escuela funcionaba en una antigua casona de sillar blanco y tenía una veredita alrededor de todo el patio para evitar que el agua de la lluvia entre a las aulas, me gustaba caminar en el filo de ella haciendo las veces de equilibrista:
-¡cuidado!, ¡no camines por allí!; dijo la maestra asustada:
-¿por qué? Pregunté extrañada:
-te puedes caer, respondió atemorizada y ese nerviosismo no se porqué pero me alentó a seguir caminando por allí con más ganas que antes:
-es peligroso, estás caminando por todo el rededor, decía la maestra mientras me seguía y sin saberlo me alentaba a continuar por aquel camino peligroso según ella, se convirtió en un reto para mi, quería enseñarle lo aventurera que era aunque a decir verdad aquello no era nada, al contrario, a veces caminar en el borde es más seguro, es mejor estar consiente del peligro para no caer y que mejor sentirlo con los pies como si fueran las antenitas de un caracol, definitivamente yo estaba segura y la maestra se asustaba por nada, si supiera mi aventura de aquella noche, allí si había peligro o por lo menos el riesgo de quedar en deudada.
No era la primera vez que fallaba en algo que tenga que ver con mi capacidad de estudio, a mis cortos cinco años ya estaba conciente de las grandes deficiencias que tenía como estudiante y aquella noche en casa de mi maestra de inicial no fue la esepción:
-el grillo canta en las noches cricri, cricri; leyó mi compañerito de clases.
¡Qué bien leía!, la maestra estaba complacida y me mostró un texto para que lo leyera pero no pude hacerlo, ¡hó, qué vergüenza!, yo estaba en el mismo año que Joaquín y no pude leer.
¡Qué elocuencia tenía aquel niño al leer!, aquellas palabras me parecían más deslumbrantes con el paso de los minutos.
El grillo bajo una hoja, con una guitarra roja canta en las noches cricri, encandilando a la luna que al firmamento se asoma.
Hermosa, como tú ninguna, pero tan lejos de mi.
A veces redonda y llena, a veces medio limón, diamante de noche bella, cautivas mi corazón.
Al oír aquellos versos no dejaba de pensar en el canto de las noches hecho del revoloteo discreto de las polillas que suele ser confundido con el sonido de un foco a punto de quemarse y el cricri del grillo que canturriaba en una esquina del cuarto y que no pude atrapar.
-”¿cómo traerte a la luna? Pobre grillo enamorado, tú te desvelas de noche y al compás de la guitarra cantas tu mejor canción, cricri, cricri”, pensé quizás con palabras más sencillas pero tan elocuentes y sentidas que me parecieron las más bellas fantasías.
Que distintas eran entre si mi maestra de inicial y mi maestra de primer grado, una era temeraria, me aconsejaba cual niña que me tirara en el suelo después de romper la piñata para adueñarme de los juguetes sobre los cuales me echara y ¡hay del que se atreviera a quitármelos!, sea niño o sea adulto, no importaba, tanto ella como yo inspirábamos respeto.
Lamaestra de primer grado era a mi parecer demasiado cuidadosa, nada aventurera y algo solemne sobretodo cuando hablaba de Miguel Grao:
-¡era enorme la bondad de aquel héroe! A pesar de estar en guerra cuando vio que los soldados enemigos flotaban sobre las olas cual náufragos heridos los rescató y les dio refugio en su buque, El Huáscar, mas fue amarga la sorpresa y terrible el desenlace cuando los fieros soldados al recuperar las fuerzas al noble héroe dieron muerte.
Gran tristeza en nuestro corazón yacía por aquel ser tan humano que rescató a los enemigos demostrando que no hay guerra que aniquile la bondad, ¡Ho que tristeza la de su alma noble al saberse traicionado por aquellos que han sido por sus brazos rescatados.
La maestra al darse cuenta de nuestra infinita pena nos contó con una suerte de palabras que tejían orasiones enredadas de destellante elocuencia lo que para mi fue un consuelo, no se como lo habrán entendido el resto de mis compañeras pero lo que yo entendí fue que MiguelGrao se había convertido en una estatua de piedra y vivía para siempre, fue un gran alivio para mi corazón inocente que la maestra sabía cuidar bien y ¡qué iba a permitir que me arriesgara como aquella noche oscura!.
¿Qué pasaría con las luces ¿, aquella noche en casa de la maestra su fulgor extinto nos envolvía en la más oscura tiniebla pero Joaquín al parecer no se dio cuenta de ello o era más hábil que yo, mucho más capaz tal vez, sin duda llegaría a ser grande, que bueno por él pues creo que no hubiese soportado ser normal como el resto de nosotros . Un día se puso a llorar porque no encontraba el plumón rosado, yo que iba a llorar por una cosa así, no, él era muy débil por eso era mejor que sea un genio y no es que a mi no me doliera fallar tanto sino que sabía como afrontarlo.
Si escribía el número tres echado nunca iba a decir que era mi error sino que el tres estaba cansado y si me salía de la línea al pintar cantaba la otra versión que le hice a la canción de la maestra.
con salirme de la línea yo debo pintar, con plumones y colores yo debo pintar, creo que no estaba mal mi aporte musical para el cancionero infantil, ¿verdad? de algo estaba segura, era pésima estudiante pero audaz para la vida, después de todo era lo que más importaba pues la primera infancia es benevolente y perdona cualquier error al estudiante ya que a la larga no tiene mayor repercusión, no trasciende más allá del aula y en realidad lo más importante era jugar y que mis padres no me castigaran:
Ahora vas a conocer mi casa pero tú sola; dijo la maestra y me llevó a un pasadizo, sentí temor porque habían objetos con los que me podía chocar o romper así que fui con cuidado, a tientas.
Percibía con la frente la forma del pasadizo y un objeto grande que resultó ser un mueble, una especie de mesita más alta que yo y de madera que no tenía mucha estabilidad, sobre ella había una lámpara que menos mal no rompí sino hubiera estado bastante avergonzada y lo que es peor, mi madre habría tenido que pagarla, ¡tal vez después de reñirme!.
Era grande la preocupación, la emoción y el temor, pronto la adrenalina me llenó de euforia, estaba envuelta en una gran aventura coloreada con el negro matiz de la noche que borra las imágenes matando a la luz.
Percibí a la izquierda una habitación rectangular pero no entré, me di la vuelta y seguí por el pasadizo que me condujo a otra habitación también rectangular con las ventanas y cortinas serradas a juzgar por el sonido y la sensación que causaba, di algunas vueltas por aquel oscuro e intrincado laberinto hasta llegar a otra habitación o quizás era la misma, a mi derecha creo que había una silla algo masisa y seguramente de madera con cojines de tela, sentí aquel objeto cuando dirigí mi rostro asia él, si hubiese sido algo más duro y pesado tal vez hubiese advertido su presencia desde más lejos ya que los objetos entre más pesados dan una sensación de más llenos y entre más livianos se sienten más vacíos y en algunas ocasiones no se les puede percibir con la frente, es allí cuando las manos cumplen un papel muy importante, tocan lo que está adelante evitando tropiezos de una manera certera.
Con la mano izquierda toqué una cama redonda que tenía una colcha enzima, en mi imaginación de varios colores, predominantemente el color amarillo y el anaranjado, pero eso sólo podría comprobarlo si hubiera luz:
-¡nunca había visto una cama redonda!, ¿qué otras cosas interesantes habrán aquí? Me preguntaba cuando en eso me llamaron para ir a tomar te, no me quedó otra que volver a la sala, en la mitad del pasadizo mi madre me tomó de la mano y fuimos a la mesa.
Aquella noche fue inolvidable, me hice la promesa de volver y efectivamente volví pero después de mucho tiempo.
La maestra nos contó que en la puerta de su casa estaba la niña negra vestida de blanco y con un hermoso collar de perlas, los otros niños jugaban pero nadie se juntaba con aquella niña que se sentía tan sola, no comprendía por qué la gente la despreciaba por su color de piel.
Yo tampoco entendía esa injusticia tan grande y fui a jugar con ella, no la veía distinta pero sabía que era negra, su vestido era como el de una princesa, blanco como una catarata de agua y amplio como una cala:
-¿porqué eres negra amiguita? Le pregunté cuando entramos en confianza y ella dijo:
-cuenta la leyenda de un pueblo escondido, que una pareja de esposos encontró en el bosque, una enorme flor de chocolate que empezó a romperse y de ella nació una niña del mismo color, de mirada dulce igual que su alma, ambos la quisieron desde ese día.
Dicen que soy negra porque tengo el alma dulce como chocolate y en lugar de ojos tengo dos estrellas:
-Carolina, Carolina, me llamó la maestra y en un instante volví del jardín en donde estaba al salón de clases, en realidad no me había movido del pupitre en donde yacía sentada:
-Te toca leer; dijo y me alcanzó el libro, ¡qué situación tan incómoda!, ni modo tuve que leer pero esta vez era de día, había mucha luz, no como en casa de la maestra de inicial en donde sólo pude ver la tenue luz de una linternita o quizás era el foquito del reloj despertador:
-El médico le dio un jarabe; leí con bastante lentitud:
-Era una criatura de tres metros que estaba muy enferma; proseguí y todas mis compañeras rieron, la maestra le dio el libro a Fabiola quien dijo:
-todas han leído una hoja completa menos Carolina y lee mal:
-No, además la maestra ha dicho que tú leas; dije para que todo siguiera su curso y que nadie diga nada más pero me sentí avergonzada, ya cursaba el tercer grado y leía pésimamente, las letras parecían estar en mi contra, eran esquivas además no era el médico sino el doctor y esa criatura no medía tres metros, tenía tres meses, mis ojos se movieron de tal manera que leyeron lo que quisieron.
Leer, gran deleite, gran problema, ¡Cuánto detesté leer!, pero ¡Cuánto amé los libros!.
El grillo canta en las noches, cual diminuto violín, escondiéndose en la hierba que ha crecido en el jardín.
Saltas y saltas pequeño grillo, no te dejas atrapar, no te haré daño, sólo quiero que me prestes tu sombrero amarillo.
A la maestra creo que le gustaba estar a oscuras en su casa, esta vez me costó más trabajo llegar hasta la cama redonda, el laberinto había crecido o tal vez yo había tomado un camino más largo, cuando terminé de bordear la cama redonda vi por una ventana que comenzó a amanecer, luego me acerqué a una puerta de metal, tal vez negra, quizás azul, ¿cómo explicarlo? Es un color que sólo existe en mis pupilas, depende del ángulo del sol o de mi estado de ánimo, enseguida la abrí y entré a un gran jardín.
Los pájaros cantaban, habían calas, jeráneos rojos, rosas blancas y margaritas que formaban un círculo, me metí entre ellas para descansar un rato y luego retomé mi camino adentrándome entre los árboles hasta llegar a una casita pequeña para niños en la que encontré una bolsa de golosinas que comí con agrado cuando en eso sentí el quejido de una niña pero en realidad era la luna que estaba intentando entrar por debajo de la puerta, tenía la forma de un medio limón y cuando era luna llena se colocaba en el cielo de tal manera que mostraba toda su redondés y cuando era luna media se colocaba del otro lado.
Vaya sorpresa, cuando la toqué para ayudarla a entrar me di cuenta de que era suave como la ceda:
-dime, ¿en donde está el grillo cantor? ¿ya se olvidó de mí? tal vez hoy su arrullador cri, serenata da a una flor:
-no, luna bonita, él no te ha olvidado, espérame aquí, lo traeré ante ti; le dije y salí a buscarlo por todo el jardín.
Encontré algunas moscas, avispas cuyo zumbido característico me advirtió de su presencia y para no ser picada fui al lado contrario, deslicé los dedos sobre una hoja pero en lugar del grillo allé un pequeño taparaco café según referencias anteriores aunque no se porqué aquella mañana lo vi algo rojizo, sus patas se adherían un poco a mis dedos y sus alas delgadas tenían la textura de los pétalos de una rosa que recién se ha secado, osea que no eran ásperas ni tampoco totalmente suaves, las polillas son más delicadas pero no tienen la suavidad de la ceda, ¿cómo explicarlo? Tal vez existen más texturas que colores.
Seguí buscando y encontré cucarachas cuya textura era liza y dura pero a diferencia de las otras olían a jabón y eran de diferentes colores, únicas en su especie, era de esperarse, a la maestra le gustaba tener todo limpio.
-Carolina, ¡ven, aquí está el grillo!; dijo la maestra y yo fui corriendo asia ella:
-lo escucho cantar pero no lo veo.
La maestra dirigió mi rostro asia él pero no lo vi, me acerqué pero no logré divisarlo:
-allí está, lo estás mirando; dijo la maestra pero yo no vi al grillo hasta el día de hoy mas aún tengo la esperanza de atraparlo para observarlo.
“Me gusta cuando callas porque estás como ausente”.
¡Qué hermoso poema!, aquel poeta tenía distintos tipos de amigos y le fascinaban las mascaronas que llevaban los marineros en sus barcos, ¡cómo no lo supe antes!, en mi fantasía Pablo Neruda cuando niño habría jugado con la niña negra sin ningún prejuicio y de joven salvaría al héroe, ¡qué distintos somos entre nosotros!, a veces parece que olvidamos que todos somos humanos y nos lastimamos de muchas maneras.
Aquella tarde leí hábidamente barios poemas y el Relato de un náufrago de García Márquez mientras contemplaba el cielo azul y luego la puesta de sol.
El náufrago también contemplaba los peces de colores bajo los rayos del sol poniente y resignado pensaba que podía acostumbrarse a vivir así.
¡qué maravilloso era entender lo que leía!, recién a los doce años leí de veras y no sólo me acostumbré enseguida a leer con los dedos sino que aquellos puntos en alto relieve me dieron algo que nunca pensé tener.
Me sentía feliz, al fin, aunque sea tarde me había nivelado con mis compañeros de clase y podía leer muchas veces una sola frase si hací lo requería y no por eso significaba que era menos inteligente y si lo era sólo mis dedos y yo lo sabríamos pues no reprochan ni se cansan como los ojos ajenos, sólo hay unos ojos que se parecen a ellos por lo incansables, son los ojos sabios de mi abuelo, sabios y benignos que me regalaron emoción, suspenso, ojos que me hicieron amar los libros con historias tristes o historias triunfales como la del joven que no se hirió con la espada sino que en un ardid astuto derramó la sangre que se colocó debajo de la armadura y huyó con su amada.
Si algún día abuelo tus ojos se cansan, seguirás leyendo pero con mis dedos, ¡óh, venditos puntos en alto relieve!, ¡sólo hay más belleza en los ojos ajenos que leen con amor.
Cuando volví a Lima fui a visitar a mi maestra de inicial quien se sintió descorazonada cuando supo que ahora leía en braille, quizás pensó que me había rendido o se sintió triste porque ya no leía las letras que ella me había enseñado pero se equivocó:
-por favor, muéstreme el poema del grillo, ese que leyó Joaquín ase años cuando usted me hizo conocer su casa y encontré en un cuarto la cama redonda, todas esas cosas despertaron en mi mente muchas fantasías, hasta soñé que hablaba con la luna:
-Joaquín no leyó un poema y aquí no hay ninguna cama redonda; dijo la maestra y me alcanzó una cartulina con letras enormes pero esta vez me acerqué mucho y la leí bajo el foco de la lámpara tomándome todo el tiempo que fuera necesario, sin sentirme mal por ello y fue grande mi decepción cuando leí:
-El grillo canta en las noches, cricri, cricri.
Aquel laberinto sólo era un pequeño pasadizo que conducía a las habitaciones:
-¿porqué apagó la luz aquella noche? Maestra:
-no la apagué, se apagó en todo el barrio pero tu compañero Joaquín y yo no nos hicimos problemas, la luz de la linterna era suficiente, a diferencia tuya nosotros vemos en la penumbra pero no en la luz intensa porque tenemos fotofobia.


Autora Esperanza Gómez-Cornejo Bazán

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